El abandono de cualquier edificio durante años conlleva su degradación. Es un espectáculo triste, que empieza con el deterioro propio de la falta de mantenimiento y se agrava con el vandalismo de personas aburridas que ven en el inmueble un mundo de posibilidades para hacer destrozos. El edificio Gesa de José Ferragut Pou es el mejor ejemplo y encima se dan en él tres factores que contribuyen a hacer todavía más vergonzosa la situación.

Edificio Gesa, de José Ferragut Pou.
Primero, su ubicación: en plena entrada de Palma. La primera presentación de la ciudad son dos inmuebles que, por circunstancias en principio diferentes, están vacíos (el edificio Gesa y el Palacio de Congresos). En realidad, parece una primera impresión justa de Palma; la presentación más honesta de una ciudad en la que la administración pública prefiere gastar el dinero de los contribuyentes en pagar alquileres para sus oficinas que aprovechar lo que ya tiene, entre otras decisiones incomprensibles para los ciudadanos.
Segundo factor que duele al ver el estado de esta obra de Ferragut Pou: que es un Bien Catalogado ¿Si tratamos así los edificios protegidos, qué les depara a los que no tienen ese reconocimiento? A raíz del incendio que dos chavales causaron el pasado 28 de marzo en lo que eran las dependencias de la compañía eléctrica, Cort ha admitido que el inmueble necesita más vigilancia. Cabe recordar que la construcción es fruto constante de vandalismo, como grafitis y roturas de cristales. Se ha convertido en una especie de atracción para jóvenes con ganas de destrozar.
Tercero: es el supuesto «símbolo de la modernidad» en torno al cual el que ayuntamiento de Palma quiere vertebrar una fachada marítima que aglutine empresas innovadoras e investigación.
El abandono de Gesa es motivo de sonrojo para todos los ciudadanos.