Recuerdos de familia

 

Contra el olvido: Carmen Ferragut Canals

Era su ahijada y me tenía gran cariño ¡Tengo tantos recuerdos!
Lo primero que viene a mi mente eran sus regalos.  El día de la Virgen del Carmen, siempre llegaba a Magaluf con una sorpresa. Lo material no era lo más importante sino aquella curiosidad que sus regalos suscitaban no sólo a mí, sino a nuestra familia y a nuestro alrededor. Tío Pepe era espléndido, intuitivo y hallaba siempre algo original, inesperado.  Siempre surgía esta pregunta: ¿Qué te ha regalado este año tío Pepe?  ¡Con qué satisfacción hacía regalos!

Los fines de semana veraniegos los pasaba a menudo en Magaluf y en nuestra casa ya había que llamábamos «la habitación de tío Pepe». Llegaba siempre con una gran bolsa de caramelos a la que no quitábamos el ojo, pero que solo después de comer se podía abrir. Todos los hermanos le estábamos muy agradecidos porque ese tipo de golosinas no eran muy habituales en nuestra familia. Por la tarde, recuerdo sus charlas paseando con mi padre yendo de un lado para otro de la terraza y pronunciando la «r» con dificultad, ¡qué gracia nos hacía!

Un domingo nos dijo que estaba proyectando hacer una película, Día 24. Nosotros íbamos a ser los actores y teníamos que escribir el guión.¡Que fantástica idea! Solo se le podía ocurrir a él. Realizar en aquellos tiempos tal proeza era labor de artista. Más tarde, en una sala de su casa en Palma vivimos la gran excitación del doblaje de la película. Lo pasamos estupendamente. La experiencia fue tan buena para todos que se repitió con una segunda película que se tituló La barca.

Y ¿qué decir de la sala de cine que montó en su casa?  Alquiló películas y allí pasamos mayores y pequeños muchos momentos disfrutando de lo lindo.27913 José Ferragut Pou

Tío Pepe era una persona amena y seria a la vez. Clásico, tradicional y al mismo tiempo atrevido y emprendedor. Le gustaba ir rápido en coche pero cuando llovía era muy prudente. También tenía genio y con los sobrinos lo sacó cuando fue necesario, es decir, cuando hacíamos alguna trastada. Eso nos infundía respeto pero le queríamos mucho.

Trabajé un año en su despacho de secretaria e intérprete de francés. Le veía los momentos necesarios y siempre podía acudir a él para cualquier cosa. Sabía que si le interrumpía cuando estaba en una tarea importante, me decía: «Ahora no», y entonces comprendía que había que hacer marcha atrás. Él venía a verme después cuando podía. Pude comprobar con que afán se daba a su trabajo y nunca tuvo conmigo trato diferente por ser su sobrina. Desde el primer año, después de unos meses, tuve derecho al reparto de beneficios. Estaba atónita. Este hecho confirma el sentido de justicia que le habitaba.

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No sé si la imagen que hoy tengo de tío Pepe es del todo ajustada a la realidad. Con los años, algunas cosas se van borrando y otras se confunden en la memoria ¡Qué importan los detalles! Lo que no se borra y que fue verdaderamente muy real, son los buenos momentos que nos hizo pasar en familia y el tiempo que le dedicó a ella.
Si bien todos conocemos la frase «madre solo hay una», hoy puedo decir y repetir: «Como tío Pepe solo hay uno».